Muchísimas cosas, de verdad.
No tengo ni idea de como hacerlo, ni sé si realmente lo quiero hacer. Sé que no me lo podré aguantar mucho más.
Le caes bien a todo el mundo, tienes infinidad de amigos y amigas. No me extraña, la verdad.
Eres totalmente increíble, y yo una completa idiota por pensar que me podrías aguantar por siempre.
Pero dejemos eso a un lado.
Como de naturaleza soy una peliculera, voy a demostrarte lo cierto que puede llegar a ser eso.
Me has dado momentos inolvidables, y joder, me duele pensar que llegará el día que no podré hablarte de ellos directamente.
Porque sé que esto es temporal, que solo es una etapa, porque lo noto. El problema es que lo sé pero no hago nada para evitar el dolor que se avecina.
Y sí, todos me lo dicen, pero me da igual porque, aunque no sea mutuo, me importas demasiado y nunca podría despedirme de ti.
Estoy enfadada, pero no contigo, sino con mi destino. Nuestro destino.
No puedes hacer a nadie sentir o decir cosas que no salen de esa persona, y sé que no coincidimos en lo que deberíamos. Eso me hace guardarme mil cosas, y duele.
Sé que te preocupa, pero no puedo hablarte de ello porque sé que en el momento que te hable de ello te vas a largar, y no podría soportarlo.
Así que sí, se va a quedar en esto, una triste y patética entrada de mi triste y patético blog, la cual tendrá un destinatario anónimo, porque si me conoces bien sabrás que, aunque tengo valor y predisposición para algunas cosas, soy una cobarde.
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