martes, 4 de febrero de 2014
No creo que Dios quiera exactamente que seamos felices, quiere que
seamos capaces de amar y de ser amados, quiere que maduremos, y yo
sugiero que precisamente porque Dios nos ama nos concedió el don de
sufrir; o por decirlo de otro modo: el dolor es el megáfono que Dios
utiliza para despertar a un mundo de sordos; porque somos como bloques
de piedra, a partir de los cuales el escultor poco a poco va formando la
figura de un hombre, los golpes de su cincel que tanto daño nos hacen
también nos hacen más perfectos.
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