Entonces voy a buscar esa película en blanco y negro que ha durado dos
años. Toda una vida. Esas noches pasadas en el sofá. Lejos. Sin
conseguir darme una explicación. Arañándome las mejillas, pidiendo ayuda
a las estrellas. Fuera, en el balcón, fumando un cigarrillo. Siguiendo
después ese humo hacia el cielo, arriba, más arriba, más aún... Allí,
donde precisamente habíamos estado nosotros. Cuántas veces he nadado en
ese mar nocturno, me he perdido en ese cielo azul, llevado por los
efluvios del alcohol, por la esperanza de encontrarla otra vez. Arriba y
abajo, sin tregua. Por Hydra, Perseo, Andrómeda... Y abajo, hasta
llegar a Casiopea. La primera estrella a la derecha y después todo
recto, hasta la mañana. Y otras muchas. Y a todas les preguntaba:
<<¿La habéis visto? Por favor... He perdido mi estrella. Mi isla,
que no existe. ¿Dónde estará ahora? ¿Qué estará haciendo? ¿Con
quién?>>. Y a mi alrededor, ese silencio de esas estrellas
entrometidas. El ruído molesto de mis lágrimas agotadas. Y yo, estúpido,
buscando y esperando encontrar una respuesta. Dadme un porqué, un
simple porqué, cualquier porqué. Pero qué idiota. Ya se sabe. Cuando un amor se acaba se puede encontrar todo, excepto un porqué.
En algunos casos, es mejor no haber visto nada.
Tengo ganas de ti.
sábado, 18 de enero de 2014
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