El profesor Eskildsen nos dio la bienvenida con la misma ocurrencia de cada año.
-Alegraos de este día, jovencitos -dijo-. No existiría lo que llamamos vacaciones si no existiera lo que llamamos escuela.
Nos reímos. No porque la ocurrencia fuera divertida, sino por la forma de decirlo.
Fue entonces cuando Pierre Anthon se levantó y dijo:
-Nada importa. Hace mucho que lo sé. Así que no merece la pena hacer nada. Eso acabo de descubrirlo.
Con entera tranquilidad se agachó, recogió sus cosas, que precisamente acababa de sacar, y las volvió a meter en la mochila. Se despidió con una inclinación de cabeza acompañada con un gesto de todo me da igual y abandonó la clase sin cerrar la puerta tras él.
Nada.
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