Yo siempre supe que éramos una familia rara. Para empezar estaba yo. Muy
alto, muy flaco, muy pelirrojo. Mi mamá era linda pero diferente. Tenía
algo sólido. Algo rectangular y poco sentimental. Seguía la moda de la
reina. Papá era más normal. Siempre tenía tiempo disponible. Después de
dejar de enseñar en la universidad a los 50 años estaba eternamente
disponible para charlar o para dejarme ganar al ping-pong. Y estaba el
hermano de mamá, el tío Desmond. Siempre impecablemente vestido. Pasaba
el día, pues... siendo el tío Desmond. Era el hombre más encantador y
menos astuto que pudieras conocer. Tenía la mente en otras cosas, aunque
nunca averiguamos qué eran. Y, finalmente, estaba Catherine. Katie. Kit
Kat. Mi hermana. En una casa de sacos y peinados sensatos había una
¿cómo la describo?, cosa de la naturaleza. Con sus ojos de duende, sus
camisetas púrpura y sus pies siempre descalzos era entonces, y aún es,
para mí la cosa más maravillosa del mundo.
Una cuestión de tiempo.
martes, 21 de enero de 2014
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